La insurrección de diciembre de 1933 en Navarra

Hoy se cumplen 92 años del inicio de la insurrección anarquista de diciembre de 1933. Esta insurrección se produjo en plena Segunda República en un contexto de enorme desigualdad social, altas tasas de paro y descontento popular frente a las tímidas reformas del gobierno, un caldo de cultivo que CNT tratará de canalizar a través de sus luchas.

En el congreso confederal de 1931, la organización anarcosindical había tomado importantes acuerdos para poder afrontar los nuevos retos: la aprobación de una estrategia sindical para el sector agrario, las federaciones de industria, la necesidad de conquistar un salario mínimo y la disminución de la jornada laboral a 6 horas diarias, medidas para luchar contra el paro o la creación de un órgano de expresión confederal a nivel estatal.

Desde el primer momento, la Segunda República prepara una legislación de excepción para poder hacer frente a los crecientes conflictos sociales. Para ello, se dota de la Ley de Defensa de la República, que acota y limita el derecho a huelga y las libertades políticas. Posteriormente, el Tribunal Constitucional encontró aspectos anticonstitucionales en esta ley, siendo sustituida por la Ley de Orden Público, la cual también permitía amplias suspensiones de las garantías constitucionales.

Además, la Segunda República desarrolla la Ley de Vagos y Maleantes, en un principio dirigida a personas faltas de recursos o pequeños delincuentes, pero que también es utilizada constantemente para encarcelar a huelguistas y sindicalistas. A su vez, a través de los jurados mixtos, la UGT fue favorecida frente al sindicalismo de acción directa de la CNT, pudiendo ser cualquier negociación al margen de éstos denunciada como ilegal.

Así pues, en el corto período que va desde el inicio de la Segunda República hasta mediados de 1933, CNT contaba con cientos de muertos a causa de la represión y miles de presos. A su vez, la amenaza del fascismo se volvía cada vez más palpable, tanto a nivel nacional como internacional. Es este el momento en el que el sindicato siente que ha acumulado la suficiente fuerza como para iniciar un proceso revolucionario con el fin de acabar con el orden capitalista e implantar el comunismo libertario. De esta forma, en tan solo 2 años desde el inicio del período republicano, la CNT realiza 3 intentos revolucionarios, de los cuales el de diciembre de 1933 cobra especial relevancia debido a su fuerza y extensión en el territorio.

En ese año, ante las inminentes elecciones, la CNT desarrolla una fuerte campaña por la abstención activa y acuerda iniciar la revolución social en caso del triunfo de las derechas. El gobierno es conocedor de los planes y el 3 de Diciembre comienza a realizar detenciones y clausurar locales y periódicos. A pesar de ello, en la noche del 8 al 9 de diciembre se produce el primer chispazo revolucionario en Barbastro. Rápidamente, la insurrección se extiende al resto de regionales. La república declara el estado de alarma y, tras varios días de duros enfrentamientos en las calles, el 16 de diciembre el Comité Nacional Revolucionario pone fin al intento.

Quedan atrás cientos de muertos y heridos así como miles de detenidos. La República, de nuevo, muestra su verdadero rostro al aplicar la amnistía de manera desigual entre los militantes cenetistas y los militares golpistas del 32.

REPERCUSIÓN EN NAVARRA

En su obra, La españa Rojinegra, la insurrección anarquista de diciembre de 1933, editada por la Asociación Isaac Puente, Fermín Escribano Espligares analiza dicha insurrección y su impacto en las diferentes regionales de CNT. En aquel momento, Navarra formaba parte de la Regional del Ebro, constituida en 1921 por Aragon, Rioja y Navarra y, si bien sus sindicatos no llegaron a alcanzar la potencia de los aragoneses, sí que cobraron su relevancia en la capital así como en la Ribera.

El mayor contingente confederal se encontraba en Iruñea, el cual a finales de 1932 contaba con unos 500 afiliados que habían soportado el cierre del local y las detenciones de principios de año. La vigilancia y el control gubernativo se habían incrementado, además, tras la amenaza de huelga en Sanfermines. Llegado el momento revolucionario y la consiguiente huelga general, el gobernador, avisado como estaba, hace detener a 45 militantes, 25 de los cuales son liberados poco después. Si bien se acusó la falta de colaboración de UGT, es de notar también que Ricardo Zabalza Elorza, secretario de la misma, fue encarcelado provisionalmente por excitación a la rebelión e injurias al jefe de estado; a su vez, el periódico del día 8 de tal sindicato, Trabajadores, fue secuestrado. Segundo Serrano Poncela, autor del artículo La preparación revolucionaria que se nos pide, eludió la cárcel navarra… al estar ya preso en Madrid.

Las acciones se siguen en los días posteriores: se sabotean las vías férreas mediante dos cuñas de acero en la línea norte y una granada de mortero en el puente de la estación del Norte, un petardo se hace explosionar en el pasadizo de la Jacoba, artefactos explosivos son hallados en la Rotxapea… Junto a ello, las detenciones no se hacen esperar: Juan Aldave, por posesión de folletos que alentaban a la rebelión mediante la huelga; Eusebio Arbeloa, Francisco Gorraiz y Santiago Lázaro caen el 11 por repartir hojas con idéntica intención; José Anzano, por tenencia de material para fabricar bombas y sellos de cotización de grupos anarquistas. Para el 12 de diciembre, 15 militantes son apresados en una reunión clandestina en una taberna de la calle san Francisco mientras, que para el 14, el gobernador anuncia la total pacificación de Navarra. Los huelguistas de Yesa regresan al trabajo mientras que algunos barrenadores no lo harán hasta el día siguiente.

Otro foco importante de militancia confederal se situó en Lodosa, cuyo primer sindicato campesino fue fundado en 1920, el cual contaba con 250 afiliados a la altura de 1936. Para el 8 de noviembre y ante las inclemencias del tiempo, un grupo de entre 20 y 30 personas proclaman la revolución. “Piden, sin conseguirlo, la pistola al sereno y forman un piquete en la fábrica de Abonos Químicos. Esa noche cortan las comunicaciones telegráficas y telefónicas. Posteriormente, un grupo de 14 marchan en autobús hacia Mendavia”. La ausencia de movimientos en Sartaguda, Andosilla y Mendavia deja a la guardia civil el camino expédito para centrar su atención en Lodosa: 4 militantes serán detenidos acusados de desorden público y encarcelados del 18 de diciembre hasta el 10 de enero de 1934, día en que son absueltos. Uno de ellos, Felipe Salvatierra Ruiz, será asesinado en el 36.

No hubo, al parecer, incidentes en estas fechas en Mendavia, otro punto fuerte de la CNT navarra (entre 60 y 80 militantes entre 1932 y 1936) a pesar de las clausuras del local posteriores a la proclamación del comunismo libertario en febrero de 1932. No obstante, el 15 de diciembre se realizaron varios registros domiciliarios, con el resultado de 3 militantes detenidos por unas armas que nunca aparecieron y que fueron posteriormente absueltos. El local fue clausurado hasta el 23 de abril de 1934, vuelto a clausurar en noviembre y reabierto el 12 de junio de 1935.

Artavia, concejo de Allín, en la merindad de Estella, ve cómo arde el altar mayor de su iglesia al tiempo que las campanas anuncian la revolución que se estaba produciendo en toda España. Suena algún disparo mientras otros vecinos apagan el fuego. Teófilo Echarri y Anastasio Echarri son acusados de sedición e incendio; la causa es sobreseída el 20 de enero de 1934. En esa fecha, Teógenes Albéniz, también acusado, se encontraba en rebeldía.

El año 1936 el franquismo reabrirá la causa y, en mayo de 1939, los tres ingresarán en la cárcel. El 13 de septiembre de ese año les aplican los beneficios de la amnistía del 21 de Febrero de 1936, pero los dos últimos quedan retenidos cumpliendo otras penas”.

De Sartaguda, contamos con la información de que algún tipo de movimiento debió haber, puesto que Honorario Oñate Pellejero, secretario del sindicato, fue detenido y encarcelado en Estella. Su expediente fue, sin embargo, sobreseído. A su vez, en Allo,el sindicato fue suspendido hasta el 23 de junio de 1934. En otros municipios con fuerte implantación anarcosindicalista, caso de Alsasua o Falces, poco se pudo hacer al encontrarse sus locales clausurados a fecha de diciembre de 1933 debido a luchas sociales emprendidas con anterioridad.

Más noticias de desórdenes públicos: en Milagro, la noche del 10 al 11 de diciembre, es cortada la línea eléctrica. En Puente La Reina, 8 personas dan vivas al comunismo libertario y tratan de desarmar a un sereno. Las condenas oscilaron entre dos meses y un día de arresto mayor y una multa de 250 pesetas. En Tafalla, por su parte, Carlos Jaso Grela da otro “viva el comunismo libertario” la noche del 10 de diciembre cuando leían el bando de estado de alarma. Es condenado a un mes y un día de arresto mayor por desorden público.

En Miranda de Arga, la jugada se repite: un grupo de obreros aclaman el comunismo libertario y la revolución social frente al Centro Obrero. “Requeridos por el alcalde, rehúsan retirarse a casa, dos de ellos se resisten y son detenidos. El 30 de diciembre de 1933 es sobreseída la causa. Sin al parecer tener relación con los hechos que aquí se describen, el 10 de diciembre Félix Cárcar Arano dispara contra Ramón Albero”.

Peralta, 8 de diciembre, 10 de la noche: “se produce un incendio en la cochera de María Luisa Irigaray y otro en un local de la plaza de toros, perteneciente a Pilar Bermejo. Se suponen intencionados. La noche del 10 explota, sin daños, un petardo en casa del notario Federico Oficialdegui Arrasate y de Nicolás Picaza Garde. Las causas son sobreseídas al no conocerse sus autores. En los días finales de diciembre se repiten incendios en la localidad”.

Tierra y Libertad, órgano de expresión anarquista, habla en enero de 1936 de 8 militantes de Sangüesa condenados por rebelión militar. No se puede asegurar que fueran detenidos en esta ocasión. En todo caso, las obras del pantano de Yesa son paralizadas por la huelga. El día 24 de diciembre son puestos en libertad 19 huelguistas del pantano.

En Tudela, el Heraldo de Aragón, en su edición del 14 de diciembre, habla de desórdenes públicos y numerosas detenciones. En Andosilla, la docena de militantes desiste ante el fracaso de la insurrección en Calahorra regresando pacíficamente a sus hogares.

Y es en Villafranca donde se producen los hechos más trágicos. El gobernador civil, ante los movimientos insurreccionales, ordena el cierre de tabernas. La noche del 10 son rociadas con líquidos inflamables las puertas de las casas habitadas por los señores de Zapatería mientras que el 11 es día de agitación en la plaza. La guardia civil, recibida hostilmente, dispara provocando la muerte de Juan Mañas Gómara y causando varios heridos. A su vez, un pajar es incendiado en las afueras de la localidad. Tres procesados quedan a disposición gubernativa al no haber motivos suficientes para su acusación.

CONCLUSIONES

Las historiografías liberales o autoritarias tienden a minimizar y ridiculizar dichos intentos revolucionarios. A pesar de ello, la dimensión y extensión de este movimiento insurreccional fue mucho mayor de lo que éstas señalan.

El saldo represivo de este período de luchas fue inmenso, pero, aun así, en poco tiempo, la CNT tuvo la capacidad de extraer las enseñanzas necesarias para modificar su estrategia y ser capaz de responder al golpe militar de Julio del 36 e iniciar una de las revoluciones sociales más importantes de la historia del proletariado. En la actualidad, todo este período, al igual que el resto de movimientos revolucionarios de nuestra clase, se convierte en un importante legado que debemos conocer y reivindicar con la intención, además, de extraer conclusiones para afrontar los retos del futuro.

En Navarra, la CNT no comienza a articularse hasta los años 20 en un contexto social que dificulta especialmente la llegada del anarquismo debido al fuerte arraigo del movimiento católico-social. La represión durante la dictadura de Primo de Rivera impidió al joven movimiento anarcosindicalista desarrollarse. No obstante, llegados los años 30, la CNT comenzó a extenderse y crecer en diferentes pueblos de la Ribera de Navarra, Pamplona, Alsasua, Sangüesa, etc.

La respuesta que dieron los cenetistas navarros al llamamiento insurreccional de diciembre de 1933, a pesar de sus limitadas fuerzas, nos muestra la fuerte determinación que tenían los militantes anarcosindicalistas de aquellos años. Durante todo el período republicano, la joven CNT navarra se enfrentó a constantes cierres de locales y detenciones. A pesar de ello, no dejó de extenderse en el territorio y crecer en afiliación en muy poco tiempo. La fuerte represión que estos cenetistas sufrieron al iniciarse el golpe de estado de 1936 no deja de ser reflejo de todo esto.

Hoy, observamos en perspectiva que todos los regímenes políticos han sido enemigos de quienes lucharon por la revolución social y el comunismo libertario. La Segunda República reprimió con dureza los esfuerzos de los trabajadores por una vida digna, el régimen franquista intentó borrarles totalmente de la historia y la actual monarquía parlamentaria ha intentado tergiversar su memoria presentándolos siempre como republicanos y antifranquistas en lugar de lo que fueron: anarquistas revolucionarios.

En la actualidad, el anarcosindicalismo vuelve a organizarse paulatinamente y con seguridad en el territorio navarro. Por delante, nos queda restaurar la memoria de quienes nos precedieron y continuar tejiendo el hilo de la anarquía.

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